Nicolás Krebs nació en Cusa (Kues) en 1401, de ahí su nombre. Murió en 1464. Fue un filósofo peculiar, pues además de tener una formación escolástica, también está en él el germen de la filosofía moderna. Su obra es copiosa, la más importante es De docta ignorantia.
Nicolás de Cusa plantea un Dios redentor que es la unión de lo finito y lo infinito. Lo finito es al hombre y al mundo como lo infinito es a Dios. Esta unión es la idea central de su filosofía. Hay varias formas de conocer: primero están los sentidos que no bastan al no ser confiables, como segunda forma está el entendimiento que abstrae lo que perciben los sentidos, como tercera forma está el intelecto o la razón que conduce a la verdad de Dios. Esta verdad hace comprender que el infinito es inaccesible, así la docta ignorantia se convierte en el saber por excelencia.
El filósofo cusano exalta la diferencia entre la mente humana y la mente divina. Las cosas están en Dios y son modelos en su mente, en la mente humana esas mismas cosas son solo semejanzas de las que están en Dios. La mente divina da vida u origina las cosas, la mente humana solo las asimila.
Por fin, Nicolás de Cusa sostiene un individualismo dentro del universo, cada cosa es una parte individual de todo el cosmos, cada una refleja a su manera el universo. Los hombres reflejan el mundo, cada uno a su modo como microcosmos. Esto es un primer esquema del concepto de las mónadas de Gottfried Leibniz.
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