La patrística y la lucha por asentar el cristianismo culmina con la aparición de San Agustín quien consuma el dogma cristiano. Este africano se convierte en el último hombre de la antigüedad y el primero de la modernidad. Su pensamiento resume el mundo antiguo y anuncia el mundo moderno que se inicia con él mismo.
Aurelio Agustín nació en Numidia, cerca de Cartago, el 354. Quiso a su madre apasionadamente, una mujer llamada Mónica, de gran virtud y profundo espíritu cristiano.
Al principio se desentiende del cristianismo y prefiere escudriñar en el maniqueísmo. Fue con San Ambrosio que es iluminado por la luz de la fe, entonces se convierte a la cristiandad. Poco a poco se sumerge en la dogmática cristiana. El año 386 es decisivo: "Siente en el huerto milanés una crisis de llanto y desagrado de sí mismo, de arrepentimiento y ansiedad, hasta que oye una voz infantil que le ordena: toma y lee. Agustín coge el Nuevo Testamento y al abrirlo lee un versículo que alude a la vida de Cristo frente a los apetitos de la carne. Se siente transformado y libre, lleno de luz; el obstáculo de la sensualidad aparece en él. Agustín es ya totalmente cristiano".
Sus obras principales son: Confesiones, una obra autobiográfica; y La Ciudad de Dios, donde expone los fundamentos de su pensamiento.
Sus obras principales son: Confesiones, una obra autobiográfica; y La Ciudad de Dios, donde expone los fundamentos de su pensamiento.
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